lunes, diciembre 11, 2006

Un hijoputa menos

Parece ser que el destino de los dictadores de la segunda mitad del siglo XX es morir plácidamente en la cama. Y parece ser que el destino de la oposición de estos dictadores es celebrar con champán la muerte del anciano de turno. ¿Por qué brindan estos tipejos? ¿Porque han constatado que no tuvieron los cojones suficientes para liquidar a éste cabrón con sus propias manos?


Por cierto, si la familia del difunto quisiese hacer un gesto póstumo hacia la Humanidad (cosa que dudo), les propongo una idea. Al igual que hay empresas que pueden convertir el cadaver de la persona querida en un diamante hay empresas que pueden convertirlo en abono orgánico. En el caso de Pinochet el proceso sería mínimo, porque en toda su vida, por muchas condecoraciones que luciese en su guerrera, no pasó de ser un saco de mierda.
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